viernes, 17 de julio de 2009

Columna

Con las manos en la tierra y en la cocina
por Julia S. Mignucci Sánchez, Ph. D.
Especial para Agrotemas de Puerto Rico

Mientras hilaba unos pensamientos y empezaba a construir un artículo para Agrotemas no pude evitar interrumpir para preparar mi cena. Decidí utilizar ingredientes que bien podríamos cultivar o expandir las siembras existentes en Puerto Rico. Pensé también que debía hacerlo rápido y cocinarlo en un solo envase para después no tener mucho que fregar pero mas que nada mi reto era hacerlo principalmente con productos cultivados en Puerto Rico.

Decidí entonces hacer un cocido con ingredientes que ya tenía: habichuelas frescas compradas en la Plaza del Mercado, que previamente había cocinado y guardado en porciones en el congelador. Añadí chayote, calabaza, cebollas y repollo. Para darle sabor busqué orégano brujo y romero de mi modesta siembra en el patio. Le polvoree turmeric que había cosechado hace unas semanas el cual ya había secado y molido. Sazoné con sal, pimienta (antes se cultivaba en Puerto Rico), aceite de oliva y vinagre de manzana (por supuesto, ambos importados). En el caso del vinagre pensé que puede sustituirse con vinagre de piña o de otras frutas que ya cultivamos o con jugo de lima). Con respecto al aceite de oliva utilicé aquel que tenía marinando con granos de achiote (su arbusto se da prácticamente silvestre en todo Puerto Rico). No me he puesto a definir cómo producir un sustituto al aceite de oliva o cuál sería la logística para cultivar árboles de olivos para proveer suficiente aceite para consumo local.

A un visitante inesperado, que dizque al pasar frente a mi casa le atrajo los aromas de mi cocina, le invité a probarlo y le polvoreé a su cocido un poco de queso parmesano (importado, por supuesto, pero pensé que bien podría ser sustituido por queso rallado que pudiera producirse desde artesanalmente o industrialmente de leche de cabra o de vacas en nuestro propio Archipiélago. Al cocido le acompañó de postre unas rodajas de mangó mayagüezano que está en plena temporada de producción y un buen vaso de agua filtrada al que le añadí un poco de jugo de limón. Todo esto servido en platos y vasos de cristal (en mi casa el uso de plásticos está prohibido).

Entonces pensé que aunque yo disfruté del cocido y al igual que el otro comensal (… quien pidió tímidamente otra porción), pensé que tal vez era fácil aquilatar los beneficios de tal cocido por ser ambos de la misma generación. El invitado ‘improntu’ lo que no sabía que en intercambio y trueque le tocaba fregar los platos, cosa que hizo diligentemente después de tan rico manjar.

Me pregunté cuán fácil será reforzar el estilo de comer en casa primordialmente con productos frescos localmente producidos, de frente al hábito de la comida rápida o a la comida ya procesada (congelada o enlatada) que en muchos hogares abunda su consumo.

Así que para atender este pilar de los cambios alimentarios requiere todo un cambio de estilo de vida. No hay escapatoria desde que el petróleo comenzó su alza impactando todo lo que consumimos, especialmente el costo de los alimentos a los que nos hemos acostumbrado.

No hay duda de que el escenario actual requerirá un intenso y persistente bloque educativo, tanto en el hogar, como en la escuela como a través de los medios de comunicación masivos y de parte del mundo empresarial que tendrá que ajustar su mercadeo hacia una población cuyos hábitos empiezan a mostrar una reducción por sus productos procesados y servicios.

La estrategia tendrá que centrarse en llevar a nuestros niños y jóvenes y a los padres de estas generaciones a entrar en contacto con la tierra, a producir parte de sus alimentos que consumen en la casa, y a volver a cocinar más en el hogar teniendo en mente como norte una mejor nutrición, haciendo más con menos.

Más que nada será un gran paso para sacar a nuestra población de las garras de la obesidad, la diabetes y los problemas cardiovasculares. Es re-que-te-sabido que la salud o su carencia, tiene un componente fuerte asociado con lo que se come y cuánto se come. Una sociedad saludable es una sociedad productiva. Lo primero que se observará es que esto de reducir el consumo de ‘comida rápida’ fuera de la casa rápidamente le aumentará el presupuesto familiar (menos costos por la comida, menos gasolina y menos costos médicos y de farmacia) y el cultivo del encuentro familiar.

Así que la consigna de ‘Con las Manos en la Tierra y en la Cocina’ se verá cada vez más, tal vez guiada forzosamente inicialmente por razones económicas. Esta avalancha de cambios es una oportunidad para los agroempresarios que pueden capitalizar en la receptividad forzosa en que está entrando la población requiriendo más productos producidos aquí.






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